En la misma Sagrada Escritura hay variedad de casos donde su uso es agradable a Dios e incluso él mismo las usa para darlas a su esposa Israel:
Gen 24, 22; 24, 47; 35, 4;
Nm 31, 50; Ez 16, 12;
Jdt 10, 4.
Para sanar los golpes y heridas ocasionadas en la fe a causa de la división entre cristianos. Para sanar la inseguridad y la duda de pertenecer a la Iglesia Católica y, como el Rey David, danzar con todas sus fuerzas delante de Yahvé (2Sam 6,5.14) porque estamos en la Iglesia que Cristo en persona fundó.
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