miércoles, 14 de diciembre de 2011

SALMO 74, Plegaria de desagravio ante el ataque y la destrucción de las imágenes católicas.

Oh Dios, levántate y defiende tu causa


En este Salmo los israelitas claman a Dios por la profanación que hicieron los ejércitos del Rey Antíoco Epífanes del Santuario y de todas las imágenes y esculturas que allí se encontraban (el  arca de la alianza, los querubines, la serpiente de bronce, toros, leones, incensarios de oro, entre otros). (1 Mac 2, 15; 2Mac 6, 1-3).

Las voces del pueblo de Israel se vuelven a oír hoy en las voces de la Iglesia Católica ante la profanación de la que son objeto nuestras imágenes dedicadas a la adoración a Dios Padre de nuestro Señor Jesucristo. Muchas son las imágenes de nuestro Señor Jesucristo, de la Virgen María o de sus Santos que nuestros hermanos esperados destruyen a su paso. No les tomes en cuenta, Señor, este pecado.

El Salmo 74 tiene una profunda actualidad y sintonía con el sufrimiento y el dolor del pueblo católico que ve a sus imágenes y símbolos de su fe cristiana atacadas y profanadas continuamente por los grupos protestantes. 

OREMOS...
¿Por qué, oh Dios, esos continuos rechazos, 
y esa ira contra el rebaño de redil?



Acuérdate de tu comunidad, 
que antiguamente adquiriste y rescataste 
para que fuera tu tribu y heredad 
con el monte Sión donde tú moras.

Dirige tus pasos a esas ruinas sin remedio; 
saqueó todo el enemigo en el santuario.
Lanzaron alaridos en tu tienda,
a la entrada pusieron la bandera extranjera.

Lo derribaron todo con el hacha 
como leñadores en el bosque;  
el enmaderado y sus esculturas 
los demolieron a machete y azuela.
Prendieron fuego a tu santuario 
y profanaron la morada de tu Nombre.

Dijeron: “¡Acabemos con ellos de una vez!” 
y en el país incendiaron todos los santuarios.
Ya no vemos signos de ti, ya no hay profetas, 
y nadie entre nosotros que nos diga hasta cuando.

¿Hasta cuándo, oh Dios, blasfemará el opresor
y seguirá el enemigo ultrajando tu nombre?
¿Por qué retiras tu mano? 
¿O la tienes tomada de la cintura?
¿No eres acaso desde siempre mi Dios, mi rey,
tú, el autor de las liberaciones del país?

Tú con tu poder, dividiste el mar 
y aplastaste las cabezas de monstruos marinos.
Rompiste las cabezas de Leviatán 
y lo diste por comida a las tortugas de mar.
Tú hiciste brotar fuentes y torrentes, 
tú secaste ríos inagotables.

Tuyo es el día y tuya es la noche, 
tú ajustas la luz y el sol.
Pusiste todos los límites de la tierra, 
y formaste el invierno y el verano.

No lo olvides: el enemigo insultó al Señor, 
un pueblo de locos ultrajó tu nombre.
No entregues a las fieras el alma que te da gracias, 
no olvides para siempre la vida de tus pobres.

Mira cómo han guardado tu alianza, 
en las cuevas del país, lugares de resistencia.
Que el oprimido no vuelva avergonzado, 
que el pobre y el pequeño puedan alabar tu nombre.

Levántate, oh Dios, y defiende tu causa, 
te insultan todo el día, no olvides a esos locos.
No olvides el alboroto de tus adversarios 
y el clamor siempre creciente de tus agresores.

Amén.

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